Fuego que hiela
llamas inconcebibles
donde la fertil razón
de lo inaudito
es un ala mansa
bajo el responso
sutil de su mirada.
Tiemblan las manos
bajo el eco de su voz
e inmutables formas
se acecan a cercenar
pétals tras pétalos el tiempo
Son horas
de bajos instintos
en este mundo
atestado de inframundo
Atientas se zurcan
mares de ensoñación
y en el letargo sin fin
de esta bella durmiente
en la deprecación
costante y sumisa al amor
estatico
silente
en catarsis
Somos
y observamos.
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