Es atérida
la sombra que se siente
cuando nada se toca
Cuando el alma
se columpia
en la oquedad
de mil ruiseñores
silenciados
La depreciación
sonámbula de pétalos
robadas al tiempo
inocula brío
a modo de luz
En el introito
vascular de ése cielo
quieto y atemporal
libélulas heridas
desmadran su atmósfera
y de esa sangre revelada
Un poema
se erige.
© Santiago Morinigo.
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