martes, 9 de febrero de 2016

ANATEMA

                                       

    Las voces eran resolutas, metálicas,  con espasmos de óxidos en su sonido recalcitrante; eran, un eco mustio, al acorde del lento andar en esa atmósfera sofocante de esos tórridos días de invierno. Y esa noche en particular, una bruma densa y sofocante se alza como látigo ardiente que marca la espalda del deseoso de libertad.
     Su nombre, ¿ Cuál era su nombre?, ése nombre que percutía una y una, y otra vez en sus oídos, y en su mente las imágenes atiborradas de caos torturaban su ser, su esencia. Y su nombre era sonido de esas voces que retumbaban dentro suyo, sin embargo,  él lo recordaba; sólo que la rigidez de su lengua no le permitía modular las sílabas...  De su nombre.
     Por primera vez sentía frío, dolor,temor,soledad, inquietud, debilidad; sus manos temblaban, o eso era lo que se vislumbraba tras esa cortina nocturna.

     Esa noche de julio, esa noche densa, en atmósfera poluída y corroído, llena de voces vivientes por diestra y siniestra lacerando su ser, de ojos cristalizados y corazón ensimismado.
      Esa noche de negrura extrema, sería el amanecer en el levantarse terrenal, para uno más de los caídos.

© Santiago Morinigo.
    

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